martes, 13 de noviembre de 2012

Chavéz, Perón y el Che: razones para entender una victoria electoral


Va de suyo que hay una multiplicidad de factores que complejizan definir claramente los motivos de un nuevo (y contundente) triunfo del Coronel Hugo Chávez Frías en las elecciones venezolanas celebradas el domingo.  Sin embargo, podemos permitirnos aquí focalizar en algunos de ellos que tienen además estrecha relación con la historia argentina.
“Hay un montón de gente que está harta de Chávez pero hay otro montón (a la vista mayoritario) que siente que Chávez les cambió la vida”, decía por estos agitados días un periodista argentino que cubrió las elecciones venezolanas.
Y en esa sencilla frase se explica gran parte de los porqués del resultado del escrutinio (1) que recordemos tuvo casi un 80% de participación en un país donde el sufragio no es obligatorio y de ese número el 55% optó por la continuidad del caudillo caribeño mientras que el 44% apostó al cambio que representaba el joven abogado Henrique Capriles Radonsky.
Por supuesto que es razonable que tras poco más de trece años seguidos de gobierno de un líder personalista como Chávez, de un estado con graves problemas de gestión y corrupción, de una inflación que es de las más altas de Latinoamérica, de índices de inseguridad altos y constantes y una militancia política omnipresente que controla con celo que todos los estamentos públicos estén alineados en el proyecto del “Socialismo del Siglo XXI”, haya muchos venezolanos deseosos de un cambio de timónel.
No es ese sentido novedosa la posición de quienes ven esa parte de la “foto” de la realidad venezolana. Por muchos menos, en Venezuela y en el mundo han caído derrotados muchos gobiernos.
Falta sin embargo ver la otra parte de la imagen o si se quiere profundizar la metáfora, ver la película completa. Hace falta para esto, como sucede en cualquier análisis hasta inclusive los inherentes a la vida personal, repasar un poco la historia y no solo la actualidad.
¿De dónde viene el chavismo? ¿En qué marco emerge la figura hoy todopoderosa del Coronel de paracaidistas de prosa florida y carisma tropical?
Hay que retrotraerse en principio a febrero de 1989 cuando miles de venezolanos bajaron desesperados de los cerros donde habitan en búsqueda de alimentos y para protestar contra el brutal ajuste impuesto por el entonces Presidente socialdemócrata Carlos Andrés Pérez y fueron brutalmente reprimidos sin que se sepa hasta hoy la cantidad de muertes ocasionadas.
Tres años después, en un país sumergido en la pobreza y con una dirigencia política desligada mayoritariamente del destino de gran parte de su pueblo, emerge la figura de Chávez primero con una asonada cívico militar y luego, tras el fracaso de esta, convertido en un referente político y participando de las elecciones.
En 1998, ante el espanto de los políticos tradicionales que claramente no lo consideraban un par, Chávez se impone por primera vez en las elecciones venezolanas y asume la presidencia de su país con un discurso nacionalista desprovisto todavía de referencias al socialismo aunque sí de fuerte tono social.
Comienza entonces una monumental obra de gobierno en el área de lo que se denomina Desarrollo Humano (salud, educación, vivienda, etc) que transforma y revoluciona el status quo de Venezuela, uno de los países más ricos del mundo en función de sus recursos energéticos pero paradójicamente con altísimos grados de inequidad y pobreza extrema.
Entran entonces a tallar los votos de aquellos a los que “Chávez les cambió la vida”. Millones de personas que hasta ese momento nacían, vivían y morían sin que el Estado se cruzara en sus vidas excepto para perseguirlos y/o reprimirlos comenzaron a recibir por primera vez beneficios concretos producto de la frondosa renta petrolera de PDVSA en forma de atención primaria de salud, viviendas, universidades públicas, planes sociales, etc que llevaron a reducir los índices de pobreza extrema del 20% al 7% y a poner a Venezuela en  lugares destacados en materia de mortalidad infantil y alfabetismo.
Entonces lo que para muchos y razonablemente, desde el lugar donde lo ven, es “dádiva”, para muchos otros es la diferencia entre la vida y la muerte o si se quiere sacarle dramatismo (que no lo amerita) entre una vida digna y una vida miserable.
Hasta la llegada de Chávez al poder y pese a que desde la década del 30’ el petróleo es explotado industrialmente el único beneficio que obtenían del mismo la mayoría de los venezolanos era el combustible casi a precio regalado (aún hoy vale 0,04 centavos de dólar), beneficio que paradójicamente esconde una gran injusticia porque indirectamente es un subsidio a los más adinerados.
Y hay más. Al igual que lo sucedido en la Argentina durante el primer peronismo, con otro Coronel también carismático, los pobres, los marginados, los desposeídos, los condenados solo por el hecho de nacer dónde y cómo nacen, se sienten por primera vez parte de la Nación al ser contenidos por el Estado desde lo social y lo económico y lo político pero además, desde la identidad y lo cultural.
Lo explicó mejor a fines de los 80`el colombiano Jesús Martín Barbero en su libro “De los medios a las mediaciones”, la emergencia de otros “populismos” en América Latina en general y en la Argentina en particular, en las décadas del 30’ y el 40’. Barbero describe como esos “Estados” conformados en función de proveer de materia prima a Europa no se terminaron de conformar como “Nación” hasta que vía los populismos se nacionalizaron cuando el Estado asumió de alguna manera sus reivindicaciones y, sobre todo, su identidad tomando como propias muchas de sus prácticas culturale . (2)
Claro que no tuvo entonces Juan Perón, como tampoco lo tuvo por ejemplo en Brasil Getulio Vargas, la oportunidad que tiene Chávez hoy de legitimar su proceso en elecciones libres y democráticas donde más allá del poder que indudablemente tiene quien controla el Estado está claro que no hay fuerza que resista si la mayor parte de la población se opone.
Se comprende entonces que Capriles Radonsky haya apuntado su campaña electoral ya no el odio a Chávez como lo hizo la oposición hasta hace poco con consecuencias nefatas sobre todo para ellos mismos sino en promesas de corregir lo “malo” y mantener lo “bueno”.
Es que no hay destino posible para los opositores sino comprenden que no se puede obtener respaldos mayoritarios contemplando solo las demandas de aquellos que durante generaciones gozaron de múltiples beneficios por más válidas que estas sean. El desafío es que, dados los antecedentes de Capriles y muchos de quienes lo rodean, esta comprensión resulte verosímil.
Tras el derrocamiento de Perón en 1955, la dirigencia opositora del radicalismo y la izquierda se esmeró en mantener constitucionalmente los beneficios sociales otorgados por el peronismo en el famoso artículo 14 bis pese a que durante años los habían menospreciado como demagógicos y producto de la dádiva.
Nunca más desde entonces un gobierno democrático pudo conseguir respaldos mayoritarios sin al menos tener en cuenta en sus promesas electorales – fueran estas ciertas o no – a los sectores populares y estos desde ese momento y para siempre, se sienten con derecho a reclamarle al Estado cuando lo necesitan.
Es oportuno recordar en esta fecha, lo que describe Pacho O`Donell en su biografía de Ernesto “Che” Guevara (3). “El Che viene de una familia de alta burguesía muy antiperonista, como la mayoría de los miembros de esa clase. Pero cuando él siendo joven hace su primer viaje y se topa con la pobreza latinoamericana, y todos le dicen “qué suerte que vivís en la Argentina, que hay jubilación, que hay vacaciones pagas, que hay aguinaldo”, él empieza, no sé si a entender el peronismo, porque no sé si alguien lo puede entender, pero a apreciar lo que significa para los sectores populares”.
 “…una crisis de hegemonía producida por la ausencia de una clase que como tal asuma la dirección de la sociedad, llevará a muchos Estados a buscar en las masas populares su legitimación nacional. El mantenimiento del poder era imposible sin asumir de alguna manera las reivindicaciones de las masas urbanas”.

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