martes, 13 de noviembre de 2012

17 de octubre: Nuestra Revolución Francesa


Google no me ayuda y en consecuencia no puedo determinar si efectivamente la comparación pertenece al cineasta Tristán Bauer, como mi frágil memoria lo registra, pero es un detalle menor frente a la magnitud de la comparación. Sí, efectivamente creo que el 17 de octubre de 1945 es nuestra Revolución Francesa.
No lo digo en el sentido que ese hecho tomó después para los peronistas al transformarse en día y símbolo de la lealtad a Juan Perón, sino por lo que significó la irrupción por vez primera de miles y miles de trabajadores en la escena política argentina para no retirar nunca más, valga la metáfora, los pies de esa fuente.
Es que lo sucedido hace ya sesenta y siete años excede al hecho en sí de la liberación del entonces Coronel y su “coronación” como líder popular para transformarse en el momento histórico en el cuál, aquellos prolijamente marginados de la conformación de la Nación Argentina por la generación del 80, la que construyó la Argentina moderna con sus claros y oscuros, tuercen el rumbo de la historia y toman noción de su poder y su fuerza después de años de derrotas y humillaciones.
La grandeza de Perón radica entonces en haber puesto los ojos en aquellos a los que hasta ese momento nadie miraba – o para ser justos, quienes los miraban no tenían la fuerza o la habilidad para conducirlos – más allá inclusive del juicio de valor que cada uno haga con el derrotero que tomó después Perón y sobre todo el peronismo.
El 17 de octubre simboliza entonces la entrada en escena de una vez y para siempre de los humildes, los cabecitas negras, los desposeídos, los marginados, los pobres y no es casual que los “descamisados” de Buenos Aires se emparenten con los “sans-culottes” (literalmente los “sin calzones”) de París de 1789, no solo por lo referido al contraste de estar sin calzón o sin camisa frente a los “bien vestidos”, sino porque si arbitrariamente se considera que Francia y Europa entran en la Era Moderna de la mano de esa revolución, salvando las distancias del caso bien podemos decir que Argentina entra en su propia modernidad de la mano de esa rebelión en paz que se dio un día como hoy pero en 1945.
A partir del 14 de julio de 1789, las consignas de Libertad, Igualdad y Fraternidad guiaron, aun muchas veces solo de manera declamatoria, los movimientos políticos y sociales de Europa y desde entonces y para siempre el poder político en el Viejo Continente tuvo que atender las demandas de sus pueblos. Grecia, España, Italia, Portugal, lo están demostrando en estos días.
¿Y que significó el peronismo para millones de argentinos entonces?  Pues nada menos que la llegada de la dignidad, la certeza de que también a partir de ese momento y para siempre el Estado ya no solo estaría para reprimirlos, como sucedía hasta entonces con honrosas excepciones como la Ley 1420 de educación pública, sino para brindarles servicios, equilibrar los abusos del mercado y sobre todo ser un espacio de disputa en épocas de conflictividad al sentirse ellos por primera vez parte del mismo.
Como ya mencionáramos en otra columna en ocasión de analizar un proceso similar (aunque no igual) como lo es el que encabeza Hugo Chavez Frías en Venezuela, la “nacionalización” de las clases subalternas en Argentina y América Latina vino a completar un “destiempo” entre Estado y Nación que no se había dado en Europa donde, producto entre otros factores de la Revolución Francesa, la burguesía tomó las riendas de los Estados y los dirigió hacia la industrialización y la nacionalización de sus pueblos.
En nuestro país en cambio, el orden conservador forjado tras la derrota de Juan Manuel de Rosas en 1852, se conformaba con ser un proveedor de materias primas de Europa, el famoso “granero del mundo” que festejó el mundo occidental y la oligarquía nacional en 1910 bajo un Estado de Sitio que permitió liquidar de manera rápida y efectiva las protestas de los hambrientos que lo habitaban y sustentaban.
No se repartieron como sí se hizo en EE.UU por ejemplo, las tierras obtenidas producto de la conquista de la Patagonia indígena, no se buscó, sino por excepción, desarrollar una industria nacional que reemplazara las importaciones y sobre todo no se intentó  hacer confluir las prácticas y tradiciones de los sectores subalternos con la cultura oficial y la identidad nacional.
Tardíamente, la aristocracia argentina intentó revalorizar al gaucho después de haberlo perseguido y hsotigado hasta hacerlo casi desaparecer.
No estaba en definitiva en su horizonte hacer sentir parte de ese país a los pobres, y de tanto ignorarlos se olvidaron que existían. Son notables en ese sentido las crónicas de la época que describen como azorados, asombrados y horrorizados los porteños de clase media y alta “descubren” que más allá del Riachuelo vivían argentinos a los que en muchos casos por primera vez les veían la cara.
Después vino el peronismo con sus particularidades que no son tema de esta columna.
Sí lo es conmemorar ese histórico día donde como inigualablemente lo describiera Raúl Scalabrini Ortiz, “el subusuelo de la patria sublevada”, fue a pedir por la liberación de Perón con la certeza de que pedir por Perón era pedir por ellos mismos, por sus familias, por la tragedia de vida  que es la pobreza y la miseria y al obtener la libertad del Coronel, obtuvieron también su propia libertad ,su dignidad y la entonces (y todavía) inédita en Latinoamérica posibilidad de eludir el destino prefijado por el origen social.
Nada muy distinto, aunque adecuado a la realidad local, de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.
Consecuentemente Peron y el 17 de Octubre no son solo el numen del aguinaldo, las jubilaciones, las vacaciones, la universidad gratuita, la industrialización o la Fundación Eva Perón, es, son, sobre todo el principio del fin del oprobio para los humildes que consecuentemente son luego “leales” a su líder no, como se quiso y se quiere señalar desde el desprecio y la ignorancia ocultada muchas veces detrás de un montón de libros leídos, en “agradecimiento” a las dádivas, sino por lealtad sobre todo a si mismos y a la defensa de sus intereses tantas veces avasallados.

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