martes, 13 de noviembre de 2012

Elecciones en EE.UU: lecciones para candidatos (y militantes) radicalizados


Aunque temprano para tener certezas sobre las múltiples razones que explican el triunfo y la consecuente reelección de Barack Hussein Obama como Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, podemos explorar aquí una de ellas que se vincula no tanto con sus virtudes, que seguramente las tiene, sino con los defectos o en rigor con uno de los puntos débiles de su principal contrincante, el multimillonario mormón Willard Mitt Romney, representante del Partido Republicano.
Este partido político, paradójicamente nacido como representante de los abolicionistas y proteccionistas, en el siglo XX fue virando y se transformó en el espacio de los conservadores y librecambistas teniendo a los Bush (padre e hijo) y al fallecido Ronald Reagan como sus principales referentes en la presidencia de esa nación.
Pero en los últimos años, tras la derrota de John Mc Cain en 2004 frente a Obama, los sectores más radicalizados de los republicanos, muchos de ellos nucleados alrededor del “Tea Party”, fueron ganando cada vez más espacio en el partido y sobre todo convirtiéndose en la base militante de esa fuerza y por lo tanto condicionando los discursos de sus candidatos.
En ese marco, es que un Gobernador moderado como fue Romney en Massachusetts (2002-06), terminó convirtiéndose en un candidato a Presidente ultraconservador que, superó la desconfianza original de la base de su propio partido y consecuentemente las elecciones primarias (internas) pero a costa de no poder seducir suficientemente a la minoritaria, pero clave, franja de votantes estadounidenses que no se definen ni como demócratas ni como republicanos en un país donde cerca del 80% de la población así lo hace.
Encerrado en posturas contrarias a las políticas migratorias, al control de venta de armas, a la legalización del aborto y el matrimonio homosexual a la asistencia social y sobre todo a la injerencia del Estado en la economía, el candidato republicano solo consiguió respaldos mínimos en la comunidad de origen latino, en las minorías homosexuales, por supuesto en los afroamericanos que desde el vamos, por identificación, respaldan abrumadoramente a Obama y quedó en minoría entre las mujeres y los trabajadores, estos últimos fieles votantes demócratas desde el Gobierno de Franklin Delano Roosevelt (1933-45).
Sin eso, pese a que EE.UU afronta la peor crisis económica desde la década del 30`, los republicanos solo cosechan mayorías en los llamados WASP (hombres blancos, anglosajones y protestantes por sus siglas en inglés) y pese a que ese grupo es el que más se moviliza a votar en un país donde el voto no es obligatorio y rara vez convoca a más del 40% de la población, resulta a todas luces insuficiente.
Los analistas y consultores políticos coinciden en que en las democracias occidentales, una vez consolida la base propia de electores, sea esta de tendencia del centro a la izquierda o a la derecha o populista o liberal de acuerdo al país, es imprescindible “seducir” a los votantes independientes que suelen ocupar el centro del escenario político y tienen un perfil moderado, alejado de los militantes más ideologizados y/o convencidos.
Esto obliga a muchos candidatos a deshacerse de muchas de sus intenciones y/o propuestas originales,  en pos de establecer “alianzas” electorales con sectores que no se sienten plenamente identificados con sus propuestas pero si pueden compartir algunas de ellas o, por defecto, rechazar abiertamente las del principal contrincante.
Y algo de esto es lo que sucedió ayer en los EE.UU donde, repetimos, pese a que el desempleo del 8% debería haberle significado a Obama una baja sustancial del apoyo obtenido en 2009, según lo marcaban las estadísticas históricas que auguraban una pérdida de alrededor de 7 puntos porcentuales para todo Presidente con problemas en la economía, solo habría bajado un 2% respecto de su primera elección.
La pregunta que se impone es entonces porqué, pese a que hasta ahora siempre los presidentes que no logran superar las crisis económicas, no solo en EEUU sino en Occidente en general, terminan perdiendo una cantidad Importante de respaldo (cantidad que en el caso de Obama, por lo ajustado de su victoria hubiera sido fatal para sus aspiraciones) esta vez ese pronóstico falló.
Una de las respuestas, aunque no la única, puede encontrarse en esa radicalización, en este caso a la derecha pero lo mismo cabe para el otro lado del espectro ideológico, de los republicanos que si no encuentran la llave para superarla, esto es mantener su base militante y combativa sin que eso implique no atraer votantes moderados, se les hará difícil recuperar el poder dentro de cuatro años.
Aun en un escenario sustancialmente diferente como lo es Venezuela, donde los índices de pobreza y consecuentemente de dependientes de la ayuda estatal, son históricamente más altos que los de EE.UU, tanto Hugo Chavez Frías como Henrique Capriles Radonzky, reorientaron sus discursos en el tramo final de la campaña buscando uno, a través de planes de vivienda, el voto esquivo de la clase media y el otro, prometiendo el mantenimiento de las misiones sociales, el de la base popular chavista.
No le alcanzó a Capriles como sí a Chávez pero está claro que sin ese giro inédito para la oposición antichavista no hubiera podido en aprietos al Comandante como lo hizo.
Romney en cambio, pese a los augurios de una elección que no se definiría en varios días, poco después de la medianoche reconoció su derrota para desazón de los radicales como la ex candidata a Vicepresidenta en 2008, Sarah Louise Heath Palin, que dijo “no comprender a parte de su país”. Grave error para un político que se precie de tal.

17 de octubre: Nuestra Revolución Francesa


Google no me ayuda y en consecuencia no puedo determinar si efectivamente la comparación pertenece al cineasta Tristán Bauer, como mi frágil memoria lo registra, pero es un detalle menor frente a la magnitud de la comparación. Sí, efectivamente creo que el 17 de octubre de 1945 es nuestra Revolución Francesa.
No lo digo en el sentido que ese hecho tomó después para los peronistas al transformarse en día y símbolo de la lealtad a Juan Perón, sino por lo que significó la irrupción por vez primera de miles y miles de trabajadores en la escena política argentina para no retirar nunca más, valga la metáfora, los pies de esa fuente.
Es que lo sucedido hace ya sesenta y siete años excede al hecho en sí de la liberación del entonces Coronel y su “coronación” como líder popular para transformarse en el momento histórico en el cuál, aquellos prolijamente marginados de la conformación de la Nación Argentina por la generación del 80, la que construyó la Argentina moderna con sus claros y oscuros, tuercen el rumbo de la historia y toman noción de su poder y su fuerza después de años de derrotas y humillaciones.
La grandeza de Perón radica entonces en haber puesto los ojos en aquellos a los que hasta ese momento nadie miraba – o para ser justos, quienes los miraban no tenían la fuerza o la habilidad para conducirlos – más allá inclusive del juicio de valor que cada uno haga con el derrotero que tomó después Perón y sobre todo el peronismo.
El 17 de octubre simboliza entonces la entrada en escena de una vez y para siempre de los humildes, los cabecitas negras, los desposeídos, los marginados, los pobres y no es casual que los “descamisados” de Buenos Aires se emparenten con los “sans-culottes” (literalmente los “sin calzones”) de París de 1789, no solo por lo referido al contraste de estar sin calzón o sin camisa frente a los “bien vestidos”, sino porque si arbitrariamente se considera que Francia y Europa entran en la Era Moderna de la mano de esa revolución, salvando las distancias del caso bien podemos decir que Argentina entra en su propia modernidad de la mano de esa rebelión en paz que se dio un día como hoy pero en 1945.
A partir del 14 de julio de 1789, las consignas de Libertad, Igualdad y Fraternidad guiaron, aun muchas veces solo de manera declamatoria, los movimientos políticos y sociales de Europa y desde entonces y para siempre el poder político en el Viejo Continente tuvo que atender las demandas de sus pueblos. Grecia, España, Italia, Portugal, lo están demostrando en estos días.
¿Y que significó el peronismo para millones de argentinos entonces?  Pues nada menos que la llegada de la dignidad, la certeza de que también a partir de ese momento y para siempre el Estado ya no solo estaría para reprimirlos, como sucedía hasta entonces con honrosas excepciones como la Ley 1420 de educación pública, sino para brindarles servicios, equilibrar los abusos del mercado y sobre todo ser un espacio de disputa en épocas de conflictividad al sentirse ellos por primera vez parte del mismo.
Como ya mencionáramos en otra columna en ocasión de analizar un proceso similar (aunque no igual) como lo es el que encabeza Hugo Chavez Frías en Venezuela, la “nacionalización” de las clases subalternas en Argentina y América Latina vino a completar un “destiempo” entre Estado y Nación que no se había dado en Europa donde, producto entre otros factores de la Revolución Francesa, la burguesía tomó las riendas de los Estados y los dirigió hacia la industrialización y la nacionalización de sus pueblos.
En nuestro país en cambio, el orden conservador forjado tras la derrota de Juan Manuel de Rosas en 1852, se conformaba con ser un proveedor de materias primas de Europa, el famoso “granero del mundo” que festejó el mundo occidental y la oligarquía nacional en 1910 bajo un Estado de Sitio que permitió liquidar de manera rápida y efectiva las protestas de los hambrientos que lo habitaban y sustentaban.
No se repartieron como sí se hizo en EE.UU por ejemplo, las tierras obtenidas producto de la conquista de la Patagonia indígena, no se buscó, sino por excepción, desarrollar una industria nacional que reemplazara las importaciones y sobre todo no se intentó  hacer confluir las prácticas y tradiciones de los sectores subalternos con la cultura oficial y la identidad nacional.
Tardíamente, la aristocracia argentina intentó revalorizar al gaucho después de haberlo perseguido y hsotigado hasta hacerlo casi desaparecer.
No estaba en definitiva en su horizonte hacer sentir parte de ese país a los pobres, y de tanto ignorarlos se olvidaron que existían. Son notables en ese sentido las crónicas de la época que describen como azorados, asombrados y horrorizados los porteños de clase media y alta “descubren” que más allá del Riachuelo vivían argentinos a los que en muchos casos por primera vez les veían la cara.
Después vino el peronismo con sus particularidades que no son tema de esta columna.
Sí lo es conmemorar ese histórico día donde como inigualablemente lo describiera Raúl Scalabrini Ortiz, “el subusuelo de la patria sublevada”, fue a pedir por la liberación de Perón con la certeza de que pedir por Perón era pedir por ellos mismos, por sus familias, por la tragedia de vida  que es la pobreza y la miseria y al obtener la libertad del Coronel, obtuvieron también su propia libertad ,su dignidad y la entonces (y todavía) inédita en Latinoamérica posibilidad de eludir el destino prefijado por el origen social.
Nada muy distinto, aunque adecuado a la realidad local, de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.
Consecuentemente Peron y el 17 de Octubre no son solo el numen del aguinaldo, las jubilaciones, las vacaciones, la universidad gratuita, la industrialización o la Fundación Eva Perón, es, son, sobre todo el principio del fin del oprobio para los humildes que consecuentemente son luego “leales” a su líder no, como se quiso y se quiere señalar desde el desprecio y la ignorancia ocultada muchas veces detrás de un montón de libros leídos, en “agradecimiento” a las dádivas, sino por lealtad sobre todo a si mismos y a la defensa de sus intereses tantas veces avasallados.

Chavéz, Perón y el Che: razones para entender una victoria electoral


Va de suyo que hay una multiplicidad de factores que complejizan definir claramente los motivos de un nuevo (y contundente) triunfo del Coronel Hugo Chávez Frías en las elecciones venezolanas celebradas el domingo.  Sin embargo, podemos permitirnos aquí focalizar en algunos de ellos que tienen además estrecha relación con la historia argentina.
“Hay un montón de gente que está harta de Chávez pero hay otro montón (a la vista mayoritario) que siente que Chávez les cambió la vida”, decía por estos agitados días un periodista argentino que cubrió las elecciones venezolanas.
Y en esa sencilla frase se explica gran parte de los porqués del resultado del escrutinio (1) que recordemos tuvo casi un 80% de participación en un país donde el sufragio no es obligatorio y de ese número el 55% optó por la continuidad del caudillo caribeño mientras que el 44% apostó al cambio que representaba el joven abogado Henrique Capriles Radonsky.
Por supuesto que es razonable que tras poco más de trece años seguidos de gobierno de un líder personalista como Chávez, de un estado con graves problemas de gestión y corrupción, de una inflación que es de las más altas de Latinoamérica, de índices de inseguridad altos y constantes y una militancia política omnipresente que controla con celo que todos los estamentos públicos estén alineados en el proyecto del “Socialismo del Siglo XXI”, haya muchos venezolanos deseosos de un cambio de timónel.
No es ese sentido novedosa la posición de quienes ven esa parte de la “foto” de la realidad venezolana. Por muchos menos, en Venezuela y en el mundo han caído derrotados muchos gobiernos.
Falta sin embargo ver la otra parte de la imagen o si se quiere profundizar la metáfora, ver la película completa. Hace falta para esto, como sucede en cualquier análisis hasta inclusive los inherentes a la vida personal, repasar un poco la historia y no solo la actualidad.
¿De dónde viene el chavismo? ¿En qué marco emerge la figura hoy todopoderosa del Coronel de paracaidistas de prosa florida y carisma tropical?
Hay que retrotraerse en principio a febrero de 1989 cuando miles de venezolanos bajaron desesperados de los cerros donde habitan en búsqueda de alimentos y para protestar contra el brutal ajuste impuesto por el entonces Presidente socialdemócrata Carlos Andrés Pérez y fueron brutalmente reprimidos sin que se sepa hasta hoy la cantidad de muertes ocasionadas.
Tres años después, en un país sumergido en la pobreza y con una dirigencia política desligada mayoritariamente del destino de gran parte de su pueblo, emerge la figura de Chávez primero con una asonada cívico militar y luego, tras el fracaso de esta, convertido en un referente político y participando de las elecciones.
En 1998, ante el espanto de los políticos tradicionales que claramente no lo consideraban un par, Chávez se impone por primera vez en las elecciones venezolanas y asume la presidencia de su país con un discurso nacionalista desprovisto todavía de referencias al socialismo aunque sí de fuerte tono social.
Comienza entonces una monumental obra de gobierno en el área de lo que se denomina Desarrollo Humano (salud, educación, vivienda, etc) que transforma y revoluciona el status quo de Venezuela, uno de los países más ricos del mundo en función de sus recursos energéticos pero paradójicamente con altísimos grados de inequidad y pobreza extrema.
Entran entonces a tallar los votos de aquellos a los que “Chávez les cambió la vida”. Millones de personas que hasta ese momento nacían, vivían y morían sin que el Estado se cruzara en sus vidas excepto para perseguirlos y/o reprimirlos comenzaron a recibir por primera vez beneficios concretos producto de la frondosa renta petrolera de PDVSA en forma de atención primaria de salud, viviendas, universidades públicas, planes sociales, etc que llevaron a reducir los índices de pobreza extrema del 20% al 7% y a poner a Venezuela en  lugares destacados en materia de mortalidad infantil y alfabetismo.
Entonces lo que para muchos y razonablemente, desde el lugar donde lo ven, es “dádiva”, para muchos otros es la diferencia entre la vida y la muerte o si se quiere sacarle dramatismo (que no lo amerita) entre una vida digna y una vida miserable.
Hasta la llegada de Chávez al poder y pese a que desde la década del 30’ el petróleo es explotado industrialmente el único beneficio que obtenían del mismo la mayoría de los venezolanos era el combustible casi a precio regalado (aún hoy vale 0,04 centavos de dólar), beneficio que paradójicamente esconde una gran injusticia porque indirectamente es un subsidio a los más adinerados.
Y hay más. Al igual que lo sucedido en la Argentina durante el primer peronismo, con otro Coronel también carismático, los pobres, los marginados, los desposeídos, los condenados solo por el hecho de nacer dónde y cómo nacen, se sienten por primera vez parte de la Nación al ser contenidos por el Estado desde lo social y lo económico y lo político pero además, desde la identidad y lo cultural.
Lo explicó mejor a fines de los 80`el colombiano Jesús Martín Barbero en su libro “De los medios a las mediaciones”, la emergencia de otros “populismos” en América Latina en general y en la Argentina en particular, en las décadas del 30’ y el 40’. Barbero describe como esos “Estados” conformados en función de proveer de materia prima a Europa no se terminaron de conformar como “Nación” hasta que vía los populismos se nacionalizaron cuando el Estado asumió de alguna manera sus reivindicaciones y, sobre todo, su identidad tomando como propias muchas de sus prácticas culturale . (2)
Claro que no tuvo entonces Juan Perón, como tampoco lo tuvo por ejemplo en Brasil Getulio Vargas, la oportunidad que tiene Chávez hoy de legitimar su proceso en elecciones libres y democráticas donde más allá del poder que indudablemente tiene quien controla el Estado está claro que no hay fuerza que resista si la mayor parte de la población se opone.
Se comprende entonces que Capriles Radonsky haya apuntado su campaña electoral ya no el odio a Chávez como lo hizo la oposición hasta hace poco con consecuencias nefatas sobre todo para ellos mismos sino en promesas de corregir lo “malo” y mantener lo “bueno”.
Es que no hay destino posible para los opositores sino comprenden que no se puede obtener respaldos mayoritarios contemplando solo las demandas de aquellos que durante generaciones gozaron de múltiples beneficios por más válidas que estas sean. El desafío es que, dados los antecedentes de Capriles y muchos de quienes lo rodean, esta comprensión resulte verosímil.
Tras el derrocamiento de Perón en 1955, la dirigencia opositora del radicalismo y la izquierda se esmeró en mantener constitucionalmente los beneficios sociales otorgados por el peronismo en el famoso artículo 14 bis pese a que durante años los habían menospreciado como demagógicos y producto de la dádiva.
Nunca más desde entonces un gobierno democrático pudo conseguir respaldos mayoritarios sin al menos tener en cuenta en sus promesas electorales – fueran estas ciertas o no – a los sectores populares y estos desde ese momento y para siempre, se sienten con derecho a reclamarle al Estado cuando lo necesitan.
Es oportuno recordar en esta fecha, lo que describe Pacho O`Donell en su biografía de Ernesto “Che” Guevara (3). “El Che viene de una familia de alta burguesía muy antiperonista, como la mayoría de los miembros de esa clase. Pero cuando él siendo joven hace su primer viaje y se topa con la pobreza latinoamericana, y todos le dicen “qué suerte que vivís en la Argentina, que hay jubilación, que hay vacaciones pagas, que hay aguinaldo”, él empieza, no sé si a entender el peronismo, porque no sé si alguien lo puede entender, pero a apreciar lo que significa para los sectores populares”.
 “…una crisis de hegemonía producida por la ausencia de una clase que como tal asuma la dirección de la sociedad, llevará a muchos Estados a buscar en las masas populares su legitimación nacional. El mantenimiento del poder era imposible sin asumir de alguna manera las reivindicaciones de las masas urbanas”.

Balance del 11-S: Un mundo más controlado


Hay quienes consideran que a partir del 11-S se inició en el mundo una nueva, dándole al trágico episodio de las torres un simbolismo similar al que tuvo la llegada de Cristóbal Colón a América o la caída del Imperio Romano para el fin del Medioevo el comienzo de la Modernidad.
No estamos en condiciones de afirmar algo así, probablemente lo harán nuestros descendientes cuando mojonen la historia reciente a fin de comprenderla mejor de lo que podemos hacerlo nosotros en función de la inmediatez en la que estamos insertos.
Pero si podemos deslizar algunas observaciones en función de un nuevo aniversario del ataque de los fundamentalistas islámicos a las Torres Gemelas y el parcial al Pentágono (más uno nunca comprobado al Departamento de Estado).
La primera de ellas, es que estamos en un mundo más inseguro que el de antes del ataque pero no porque los terroristas islámicos nos acechen y menos en países como los nuestros donde actualmente su presencia y actividad es marginal y mostraron su violencia en los ataques a la Mutual AMIA y a la Embajada de Israel en Buenos Aires anteriormente, durante los 90`y con motivaciones y complicidades locales que aún se investigan.
La consecuencia más directa del 11-S para los estadounidenses y para el resto de la humanidad fue un reposicionamiento de las posiciones políticas más militaristas en la cúpula del poder americano, con el aval de la mayor parte de su población, consecuentemente atemorizada por los ataques y por una fuerte campaña de (des)información sostenida sobre todo en las cadenas audiovisuales como la Fox News y que llevaron a que conscientemente se obviaran los múltiples matices y diferencias culturales y políticas existentes en el mundo árabe para unificarlas como un único sujeto de perfil terrorista.
En ese marco, fue que el Gobierno encabezado por George Bush (h) completó la faena de su padre e invadió Irak en 2003 basado en dos falsas premisas, la presencia de armas de destrucción masiva y los supuestos vínculos del líder iraquí, Sadam Hussein con la red Al Qaeda.
Como se sabe hoy, las mencionadas armas nunca aparecieron y la improbable conexión de Sadam con Ossama Bin Laden (Sadam era un laico y su partido, el Baaz, nacionalista y socialista, estaba enfrentado internamente a los fundamentalistas religiosos como Ossama) nunca fue probada. Ninguno de los dos puede ya refutarla porque ambos fueron detenidos y ejecutados por las tropas norteamericanas (Husein fue ahorcado tras un juicio).
Párrafo aparte merece la invasión a Afganistán, cuyos habitantes ameritarían creer en otro Dios distinto al que creen. En el transcurso de los últimos 30 años fueron invadidos sucesivamente por soviéticos y norteamericanos y en los períodos intermedios los gobernaron los fundamentalistas talibanes que demasiado velozmente pasan de la categoría de aliados a enemigos para los EE.UU.
Pero no solo en Medio Oriente se hizo sentir la belicosa presencia de los cowboys modernos. Internamente se reforzaron los controles y el discurso belicista estuvo presente en todas y cada una de las campañas electorales al punto tal que pese a haberse comprometido en campaña a cerrar la prisión de Guantánamo, ese trozo de territorio cubano ocupado por EE.UU y donde funciona una cárcel de máxima seguridad sin ningún tipo de aval internacional, el Presidente Barak Obama no pudo/no quiso hacerlo y ayer se anotició del fallecimiento por causas desconocidas de otro de los presos que residen allí.
Los controles internos y externos llegaron hasta los inmigrantes indocumentados que cruzan la frontera mexicana y que en el marco del clima de belicosidad impuesto tras el 11-S tienen mayores dificultades para legalizar su situación y en el Estado de Arizona, pueden ser detenidos solo por tener cara de inmigrantes.
Finalmente, la llamada Ley Patriótica, suspendiendo y limitando algunas libertades y derechos constitucionales en pos de la seguridad, fue sancionada con abrumadora mayoría parlamentaria en 2001 y reforzada en 2005, dejando de lado las mejores tradiciones liberales de los EE.UU.
Quienes viajamos al exterior tuvimos una pequeña muestra de esta cuasi-paranoia persecutoria estadounidense que los llevó, en pos de la seguridad aérea, a profundizar las trabas para los visados, aumentar los controles sobre los pasajeros y/o turistas y poner la tecnología al servicio de esos controles prohibiendo la presencia de dentífrico, tijeras, desodorantes, shampoos y cremas en los bolsos de mano, no solo en EE.UU sino en muchos otros aeropuertos del mundo.
¿Qué es el poder norteamericano? Por ejemplo, que en Guatemala, en una escala de un viaje desde México, te obliguen a dejar un envase de shampoo por ser plausible de ser utilizado como elemento pirotécnico en el vuelo como le sucedió a este cronista.

Colombia: Una oportunidad a la paz y a la política


Como explicó Carl Von Clausewitz (1) hace ya casi dos siglos, la guerra no es otra cosa que la continuación de la política por otros medios y con ese marco teórico no es sorpresivo que el Presidente colombiano, Juan Manuel Santos, confirmara días atrás el trascendido periodístico de que su gobierno está en tratativas para llegar a un acuerdo de paz con la histórica guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia que, aunque muy golpeadas en los últimos años, aún controlan parte del territorio del país y mantienen unos 8.000 hombres armados según fuentes del Ejército de Colombia.
Para quienes seguimos el derrotero del gobierno de Santos, la información no deja de ser previsible. A diferencia de su antecesor (de quien fue ministro de Defensa) Alvaro Uribe, ahora líder opositor, Santos ha procurado mantener buenas relaciones con sus vecinos entre ellos con el venezolano Hugo Chávez Frías, de legendarias disputas con Uribe y ahora supuesto gestor del acercamiento de Santos con los líderes de las FARC.
Es que pese a pertenecer a un espacio político que, en la siempre compleja y particular nomenclatura política latinoamericana, podríamos ubicar en la centroderecha o mas apropiadamente en la franja conservadora, Santos no ha rehuido participar activamente de los foros regionales como Unasur y por el contrario se muestra gustoso no solo con Chávez sino conCristina Fernández o Rafael Correa (de hecho como Presidente recompuso a fines de 2010 las relaciones con Ecuador rotas en épocas de Uribe por un ataque colombiano a las FARC en territorio ecuatoriano sin permiso).
En contraste, todos los que lo vimos, recordamos allá por agosto de 2009 la mala cara de Uribe en San Carlos de Bariloche cuando fue convocado a dar explicaciones a Unasur acerca de la presencia de bases militares estadounidenses en el territorio de su país, punto en el cuál finalmente no hubo acuerdo y terminó en una declaración conjunta muy ambigua.
Santos, a pesar de que ha mantenido una política de hostilidad hacia las FARC y el Ejercito de Liberación Nacional (ELN) (que ha emitido alguna señal de querer sumarse a las conversaciones de paz) que llevaron inclusive a que el Ejercito lograra matar en noviembre de 2011 a Alfonso Cano, en ese momento máximo comandante de la guerrilla, también ha mostrado voluntad de diálogo que se plasma ahora en estas conversaciones que comenzarían en Oslo (Noruega) y continuarían en la Cuba de los hermanos Castro, siempre sospechada de ser sostén económico e ideológico de las FARC.
Este grupo nació en el cada vez más lejano 1964 como consecuencia un desprendimiento del Partido Liberal, que junto con el Conservador hegemonizaron durante años la vida política de Colombia al punto tal que es uno de los pocos países latinoamericanos que pese a su violenta historia, tiene la extraña paradoja de casi no haber sufrido golpes de estado ni consecuentemente dictaduras militares en su historia reciente.
Con el tiempo las FARC fueron virando hacia el marxismo-leninismo conducidas siempre, hasta su muerte por causas naturales en 2008 por Manuel Marulanda Velez (a) “Tirofijo” pero con la caída del Muro de Berlín y el retroceso de la izquierda en Latinoamérica empezó a desdibujarse su identidad política e ideológica y a reforzarse lo que en un principio fue un método de supervivencia económica para transformarse luego en parte constitutiva del grupo, el tráfico de estupefacientes.
De hecho, para EE.UU y la Unión Europea, las FARC no son reconocidas con status de “beligerantes” sino como “terroristas” y “narcoguerrilla”, diferencia no sutil que le da entidad como sector político o simples delincuentes.
En el camino hubo fallidos acuerdos de paz como los de 1984 bajo la Presidencia de Belisario Betancourt, que llevaron a miles de guerrilleros a calzarse el traje de militantes políticos y conformar junto al Partido Comunista una alianza política llamada Unión Patriótica pero que terminó trágicamente ya que cientos de dirigentes de las desarmadas FARC, entre ellos dos candidatos a Presidente (Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa), fueron asesinados por los paramilitares.
El último intento fue en 1998 y lo llevó adelante el ex Presidente Andrés Pastrana que accedió a establecer una zona de paz en la parte sur del país, dominada por la guerrilla, pero que al no haber finalmente acuerdo solo sirvió para fortalecer y darle aire a las FARC llevando a que en 2002 el pacto finalizara.
Como suele suceder, a consecuencia de ese fracaso de la paz, vino la política de mano dura de Uribe que, aunque con éxitos parciales como la liberación de la rehén más famosa de las FARC, Ingrid Betancourt en 2008 y el hostigamiento y debilitamiento de la guerrilla no pudo exterminarla como había prometido.
La puerta que abre Santos puede representar una salida para los sectores más políticos de las FARC que ya en febrero de este año habían anunciado el fin de los secuestros extorsivos como método y que a diferencia de los más militarizados ven que cruzando la frontera, Chávez lleva adelante políticas que ellos suscribirían pero sin tirar un solo tiro y en el marco de una gestión que, aunque polémica, no puede dejar de describirse como absolutamente democrática en el sentido actual del término.
Qué sentido tiene entonces mantener las armas si casi 50 años después hay un amesetamiento que no deja ganadores sino que ha hundido a Colombia en una violencia a la que tristemente se ha acostumbrado aunque no resignado el sufrido pueblo colombiano que en cantidades crecientes se expresa cada vez más en las calles en las llamadas marchas de “un millón de voces contra las FARC” que vienen sucediéndose periódicamente desde 2008 y que por su carácter multitudinario y popular, ponen en duda los principios ideológicos de las FARC.
En definitiva, la guerra puede continuar a través de la política.

El caso Assange: ¿Un idealista perseguido o un actor de un show mundial?


Un periodista occidental que difunde documentos secretos de un país extranjero es perseguido bajo la excusa de dudosas denuncias de abuso sexual. Una vez detenido, escapa de la prisión domiciliaria y busca refugio en una embajada donde le dan el status de asilado político sin embargo, el país que lo detuvo se niega a reconocer esa condición y por el contrario amenaza a entrar por la fuerza al edificio diplomático generando la indignación de la comunidad internacional.
De no ser porque los documentos difundidos son de EE.UU, los países que lo buscan el Reino Unido y y el Reino de Suecia y la embajada que lo asila es la de la República de Ecuador, la historia de Julian Assange, el haker y periodista australiano fundador y director del sitiode internet Wilkileaks y protagonista de las páginas de internacionales de los diarios de esta semana, podría pasar como una más de las muchas que pueblan los estudios de Hollywood.
Pero algo en el mundo está cambiando y los guionistas del valle de California deberán adecuar sus historias si quieren seguir a tono con la época. Los perseguidores ahora son los países occidentales y los que defienden a los periodistas que difunden información secreta son los países del sur de América y por si esto fuera poco, los pulcros y asépticos ingleses dan a entender que, rompiendo todas las reglas de la diplomacia, entrarían a la fuerza a la modesta embajada ecuatoriana que de austera que es ni siquiera tiene una cochera que permita a Assange subirse a un automóvil sin pisar veredas inglesas.
Sin embargo, el final de esta historia no está escrito y hay muchos interrogantes abiertos empezando por el principal, ¿Cómo salir de este entuerto? El Reino Unido, más allá de dar marcha atrás con su amenaza inicial de tomar la embajada con el razonable argumento de que las embajadas inglesas en el mundo quedarían expuestas a una jurisprudencia peligrosa, anunció que no reconocerá el status de asilado político y que, aunque a través de un “acuerdo amigable” con Ecuador, pretende sí o sí enviar a Assange a Suecia que a su vez a afirmado que no lo extraditara a EE.UU si existiera probabilidad de que se aplique la pena de muerte contra el australiano (la ley norteamericana la contempla para casos de robo de información peligrosa para la seguridad nacional).
Pero hay un pequeño detalle que subsanar, el “acuerdo amigable” parece hoy altamente improbable. Ecuador reaccionó con fuerza ante la amenaza británica y buscó y logró un firme y unánime respaldo de los países de la región a su postura. La torpeza de la reacción de los británicos, digna de mejores épocas del Imperio, le vino como anillo al dedo al Presidente ecuatoriano Rafael Correa para su frente interno.
Porque hay más de una paradoja en esta historia. En Ecuador los grandes medios de comunicación son duros opositores al mandatario a quien acusan públicamente de ser un “Dictador”. La disputa llegó incluso a los estrados judiciales y solo después de ganar la disputa Correa declinó ejecutar la millonaria sentencia.
Entonces mientras que hay periodistas en Ecuador que repudian a Correa por autoritario, para muchos otros en el mundo y en el propio Ecuador, el economista ecuatoriano formado en EE.UU, es ya un adalid de la libertad. Punto para Correa.
¿Pero es verdaderamente Assange un idealista de la libertad perseguido por los poderosos del mundo? Se conoce poco del pensamiento profundo de este hombre más allá de sus posturas políticamente correctas y sus acciones concretas en la difusión de documentos secretos.
¿Qué opina por ejemplo de la concentración de la riqueza en el mundo, verdadero causal de la concentración de poder que lo llevó a su actual situación de perseguido?. ¿Cuál es su postura en torno a la economía financiera y la ausencia de controles en su funcionamiento? ¿Considera, como ha señalado por ejemplo Cristina Fernández, que el capitalismo actual es una “timba financiera”?. Por lo pronto a fines de 2010, en una entrevista, Assange había amenazado con difundir documentos que entidades bancarias que demostrarían graves responsabilidades de las mismas en la crisis económica mundial, pero eso aún no ha sucedido (1)
Por supuesto que no tiene Assange ni su sitio ninguna obligación de hacerlo. No tiene tampoco porque responder estos interrogantes y puede dedicarse a ser simplemente un periodista que cuenta su visión de los hechos pero habrá que estar atento puesto que puede tratarse también de un elemento más de un mundo mediatizado que solo busca generar noticias impactantes en el marco de lo que Mario Vargas Llosa describe en su último libro, como “La Civilización del espectáculo”(2)
(2)Editorial Alfaguara 2012 ”La creciente banalización del arte y la literatura, el triunfo del amarillismo en la prensa y la frivolidad política son síntomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea: la suicida idea de que el único fin de la vida es pasársela bien”