El PRI (Partido Revolucionario
Institucional, nombre ambiguo si los hay) vuelve al poder en México y es
noticia. En realidad nunca se fue del poder, perdió – en 2000, después de 70
años ininterrumpidos – la presidencia de la nación pero conservó, aun en los
peores momentos, como la elección nacional de 2006 donde quedó 3ero, una porción
importante de los gobiernos locales y regionales y una importante
representación legislativa.
Desde allí y con la inestimable colaboración
de las poderosas cadenas televisivas TV Azteca y Televisa (que vuelven a poner
en jaque las teorías de las facultades de comunicación) se tejió la candidatura
del flamante Presidente de los Estados Unidos Mexicanos (tal el nombre oficial
del estado) Enrique Peña Nieto, que con 46 años dejó de ser la joven
promesa de los llamados “dinosaurios” del PRI para convertirse en el puntal de
su regreso al poder central.
Pero, ¿por qué vuelve a ganar el PRI?,
partido que en México hasta el más distraído asocia inmediatamente a la
corrupción y al autoritarismo, aunque, como explicó sabiamente Octavio
Paz es y era también un “Ogro filantrópico”.
Por supuesto que, como todo suceso social,
hay múltiples razones que explican el triunfo de Peña Nieto más allá de la
aceitada maquinaria electoral del PRI y el respaldo de las cadenas de TV, en
este espacio vamos a detenernos en una de ellas que nos merece particular
atención.
En un país con más del 40% de sus 112
millones de habitantes sumidos en la pobreza y con más de 50 mil muertos en la,
al menos, imprudente guerra contra el narcotráfico que implementó el gobierno
conservador de Felipe Calderón no es necesario ser psicólogo para
entender que gran parte del pueblo mexicano apostó –simbólicamente– a volver al
hogar paterno, el lugar donde, pese a todo, uno se siente seguro.
Es que el intento de “salir de casa” no trajo los resultados esperados,
Vicente Fox primero y Calderón después intentaron – como buenos liberales
que son – desmontar el sistema asistencialista que tenía el Estado priista claro
que sin reemplazarlo por empleo digno sino dejando a muchos en la intemperie,
laboral al menos.
¿Dónde encontraron trabajo y posibilidad de
ascenso social muchos de los desclasados por los gobiernos panistas? Pues en el
Narco (como llaman en México al narcotráfico organizado), que se ha convertido
en un imán para muchos jóvenes que encuentran allí lo que el Estado mexicano no
les ofrece: trabajo y ascenso social.
Es que el Narco es ya un poder instituido en
México no legal pero si legitimado por la cruel realidad que muestra en muchas
zonas del país a los narcotraficantes con más poder que alcaldes y policías y
con un aura de fama que incluye (y atrae) bellas mujeres, canciones que relatan
sus hazañas (narcocorridos) y un respeto que tiene mucho de miedo pero también
algo de admiración.
¿Cómo ven al PRI muchos mexicanos en este
escenario donde algunos analistas hablan ya de un “estado fallido” abriendo la
puerta a una – una más y van…- intervención militar de EE.U?
Pues como el único partido capaz de negociar
con el Narco para no erradicar pero si “administrar” el nivel de violencia que
este engendra y el único o el más capaz al menos para, no erradicar pero sí
también al menos “administrar” la pobreza apelando a los métodos que el
antropólogo argenmex Néstor García Canclini describió en los 90 como
“poderes oblícuos”.(1)
En el camino quedó nuevamente trunco el
sueño del candidato centroizquierdista Andrés Manuel López Obrador que
obtuvo nuevamente (como en su anterior postulación) cerca de 15 millones de
votos en un país donde el sufragio no es obligatorio. Mucho, pero no lo
suficiente para superar los 17 millones que respaldaron a Peña Nieto.
Esta vez, a diferencia de 2006, parece que
AMLO (como le dicen en México) no tendrá margen para denunciar fraude y su
partido (un desprendimiento por izquierda del PRI fundado por Cahutemoc
Cardenas, hijo del legendario ex Presidente Lázaro) buscará renovarse
y tiene tal vez por dónde empezar, el novedoso movimiento universitario
#yosoy132 que con su campaña de “concientización”, emparentada con las de los
indignados de Europa y los jóvenes de la primavera árabe, probablemente fueron
causales de que Peña Nieto sacara muchos menos votos de los que le auguraban las
encuestas.
La oferta de la centroizquierda, que si ha
llegado a imponerse en muchos países latinoamericanos parece que no ha sido
confiable para los mexicanos, habitantes de un país que como sentenciara quien
fuera su Presidente entre 1880 y 1910, Porfirio Díaz, “pobrecito México, tan
lejos de Dios, tan cerca de los EE.UU”.
(1) García
Canclini define poderes oblicuos como relaciones permanentes que se dan en la
sociedad y que no remiten a una linealidad sino que a una sistema de influencias
que esta en permanente relación con el entorno y determinando el desarrollo de
las prácticas de los sujetos (comunicación, espacios, jerarquías, etc.).
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